
El sueño o acto de dormir, es el estado de quietud homogénea del cuerpo, que no tiene nada que ver con el sueño en estado de vigilia, en el cual el individuo permanece despierto. Las características de este estado de somnolencia son: bajo nivel de actividad corporal (presión sanguínea, latidos del corazón y respiración), unido a que la persona responde en menor cuantía a lo que acontece en el mundo exterior.
Aún cuando el cuerpo esté dormido, la mente sigue trabajando y es capaz de encontrar soluciones a sus problemas cotidianos, porque existe interacción entre el sueño y lo que ha acontecido en su vida diaria. Por ende, carece de simbolismo porque es la respuesta a los eventos sucedidos que permanecen almacenados en la memoria y en ocasiones pueden llegar al insomnio.
Existe otro tipo de sueño que no tiene asociación con el acontecer diario, se presenta con figuras distorsionadas, sin ningún tipo de simbolismo, ni secuencia, con un añadido de desequilibrio orgánico denominado “pesadilla”, con síntomas tales como: sensación de pecho oprimido, estado de angustia, dificultad para respirar y movimiento continuo del lóbulo ocular.
Los sueños con un número significativo de simbolismos, por lo regular, son muy breves, fugaces y sumamente nítidos, hasta el punto que da la impresión de que han sido reales. Se presentan en perfecta secuencia y la persona es capaz de identificarlo plenamente. Son los sueños que pertenecen al subconsciente, se manifiestan cercanos al momento de despertar y, si el individuo tiene algún tipo de preparación espiritual, el sueño puede alcanzar manifestaciones proféticas o premonitorias, este fenómeno se denomina “percepción extra-sensorial”.
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